martes, 10 de enero de 2012

Black tears.

Tendría que ser bonito, no? El llorar por amor, digo.
El frío te golprea en la cara, y el último adiós fue dicho con la voz ronca, ahogada.
Tú te vas, pero sabes que el vaho de ese adiós de enero estará ahí por mucho tiempo. Estás segura de que no llegarás muy lejos. Una lágrima negra cae lentamente por la mejilla hasta el jersei.
La apartas con el dedo, con cuidado. Es el corazón el que te obliga a apoyarte en una pared, deslizarte y sentarte en el suelo para gritar por dentro sin abrir la boca.
Sus palabras retornan y no podrás sacarlas nunca de ahí. Tampoco piensas en el coche que ha pasado ni en el vecino que te ha visto así.
Piensas que el resto del mundo se ha congelado.
Te intentas recuperar, subes la cuesta, como si fuera una metáfora, pasas el portal pero todo vuelve y caes ahí mismo.
Es en ese momento, entre los bambús, con las manos negras de lágrimas y el cuerpo calado cuando lo juro.
Juro por mí, por mi razón, por mi piel, por hasta el último de mis huesos y por toda mi jodida existencia que el primer pensamiento de la mañana será para tí, y el último de la noche, para tu felicidad.

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