Entrelazada en tus pies
acariciando las piernas sin calcetines,
tocando las teclas del piano de tu columna vertebral.
Me vuelvo una mezcla de cosquillas,
tan pegada a tu piel que tus pecas se han vuelto mías.
Cogiéndote las manos para que no estén frías.
Dedo tras dedo en tu tripa.
La piel se eriza, escalofríos y temblores,
aparecen los colores otra vez.
Y susurros y palabras
y silencio. Y risa.
Y "te quieros" entre respiraciones entrecortadas.
Nos bañamos en el mismo río,
escalamos el mismo árbol,
corremos en la misma dirección:
Nos convertimos en uno solo.