Desayuno un puñado de almendras y me quito la ropa por el camino. Recibo el agua de la manguera con una sonrisa y me envuelvo en una de las toallas que cuelgan del árbol.
Minutos más tarde ya llevo mi mono y una libreta. Voy campo a través con mi libro sobre plantas.
Llamas a lo lejos y subimos a la rama más alta del árbol más grande. Con gestos y teatro, me lees en cuento de siempre. Nos columpiamos en nuestro neumático, comemos pan con chocolate y vamos a dormir al maletero, lleno de cojines polvorientos.
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