Escalar hasta el fin del pino más alto y sentarme sobre la copa. Alargar la mano y tocar una nube con las yemas. Por encima de mí ya sólo está el cielo. Y los de abajo no pueden alcanzarme ahora.
Rodeada de luces, que siguen ahí difuminadas cuando cierro los ojos.
Hay alguien en mi cabeza, y no soy yo. No bajaré hasta descubrirlo.
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