domingo, 19 de agosto de 2012

Caterpillar.

Sin el sonido de sus joyas danzantes, parece sólo un pajarito enfermo.
Nadie la reconocería sin esa risa de cascabel. Su pelo cae insípido por su espalda cuando se marchita ese color turquesa.
Esa ropa holgada esconde unos huesos marcados por una obsesión más, tan inexplicable como las otras. Otros hablan de drogas, ¿Para que quiere nada, si ya tiene su propio apartamento en las nubes? Hace cabañas con sábanas blancas, las llena de música, y juega desde dentro con los rayos del sol. Baja las cuestas rodando y vuela siempre por encima de nosotros. Inalcanzable. Inexplicable.
Cuando se siente triste, se acurruca el suelo, desde dónde ve el mundo más grande.
Desde donde entiende que sólo es una cara triste más.
Princesa de los pies verdes. La única rosa azul del jardín.
Un mar de dudas en el que nunca nadie se podrá zambullir. Porque ella no controla sus mareas, vive a la deriva esperando que baje el nivel del agua. Ahogada.



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