lunes, 11 de mayo de 2015

Parábola.

El padre le puso el rifle en las manos por primera vez, y lo cogió temeroso, como si fuera a disparase solo con entrar en contacto con su mano.

-Si no lo haces es porque no eres un hombre.

Levantó la mirada hacia el zorro. Estaba arrinconado, sin escapatoria.
Se atrevió a mirarlo a los ojos y se reconoció en ellos.
Si no lo hacía, no era un hombre.

Una fuerza que parecía anterior a él lanzó el rifle tan lejos del páramo como para borrar la sucia marca de pólvora de sus dedos. El golpe seco que produjo la caída pareció salir de su propio pecho. 


-Ahora soy un hombre- pensó en voz alta la misma fuerza que acababa de tomar el control de su vida.




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