sábado, 15 de noviembre de 2014

Babélisme.

Cerebro de invernadero inglés. Vacío, esquemático, pragmático.

Mi aspiración es eso, ser lo último que veas en esta vida, para asegurarme de que me buscas en la próxima. Un amor flaco, cortés, convaleciente, agridulce.

Con el moño revuelto y las piernas temblorosas cuando veo a tu olor y al mío mezclarse en la atmósfera.

 Mis escritos son de aquel color que tomaba el agua cuando de niños limpiábamos las acuarelas del pincel sin ton ni son. Un verde amarronado ponzoñoso, hijo del caos y del otoño. 
Verde placenta de paloma, podríamos denominarlo.

Y a pesar de todo, sé que dentro de un tiempo confundiré lo que pensé gritando y lo que te dije en voz bajita.

Coge una Barbie y rómpela por la mitad.

Correr, exaltarse, golpear las persianas y gritar:  ‘No existen los padres, sólo la magia.’

Las bibliotecas son aeropuertos estáticos.

Un olor dulzón, que se pega a la piel como el rocío húmedo de Noviembre, se pega farragoso e invisible. 
Es olor a muerte, a la parte más vergonzosa y pútrida del ser humano. Huele a uñas de cadáver, huele al retrato final de Dorian Grey, huele al perfume de Medusa o a rosas de mal agüero.
Se  adentra en las rendijas de mis dedos protectores, como cucarachas azucaradas colándose entre los resquicios de las alcantarillas.
Es el décimo castigo del Infierno de Dante, la undécima plaga para Egipto, que llega con tres mil años de retraso, bailando entretenida las locuras desquiciadas de quienes la olieron antes que yo.

Me gusta pensar que soy una superficie de hormigón y que cada persona que pasa me deja al menos una huella marcada para siempre.

Y una vez más, siento que llevo dieciséis años ciega y que tus manos me quitan con delicadeza la venda que me condenaba a las luces de mi cerebro.

'Y al igual que todos los amantes, y toda la gente triste, soy un poeta.'



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