martes, 24 de diciembre de 2013

Frozen.

Cuando eres una tarde de Noviembre en la que el mundo está en silencio. Y te notas espesa, como algo para recordar, no para vivir.
Te pillas leyendo cosas que escribiste años atrás, te pillas sintiéndote triste por cosas que pasaron hace mucho tiempo, mirando vuelos hacia sitios lejos de todas las caras conocidas.
O provocando sentimientos a los demás para no aburrirte demasiado.
Como un día en el que nadie te contesta, y te echas en el parquet a ver si te pasa algo. 
Te haces un té pero el frío reincide. Escuchas una canción alegre, la bailas y luego se acaba, y el corazón va rápido. 
Es peligroso que te parezca raro sonreír, que seas feliz a tientas, siempre esperando la habitual caída que esta vez no llegará.
Y te da igual cuanta gente se pare a mirarte por la calle, es sólo gente.
Pero a veces crees que se te escapa la vida, que de verdad el corazón se muere cuando creces. 
Y te preguntas si nunca llegará nadie que te funda, y piensas que porqué si eres tan fría, no pudiste congelar un momento.




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