domingo, 30 de octubre de 2011

The Catcher in the Rye.

No tenía ganas de explicarle lo que había pasado. De todos modos no lo habría entendido, no encajaba con su maldita personalidad.

"Encantadores" esa sí que es una palabra que no aguanto. Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo. Cuando me da por hacer el idiota llamo "encanto" a todo el mundo. Lo hago por no aburrirme.

Cuando ya me iba, con las maletas y todo me paré un momento y míré hacia el pasillo. Estaba a punto de llorar. No sabía porque. Me calé la gorra de caza roja con la visera hacia atrás y grité a pleno pulmón: "¡Que durmais bien, tarados!". Apuesto a que desperté hasta el último cabrón de el piso.

De repente me dio por pensar en esos patos de Central Park. Que hacian en invierno ¿Se quedaban en el lago helado o emigraban al oeste? No puede evitar preguntarselo al taxista, pero como siempre que digo algo sincero y que pienso de verdad, me miró como a un loco y me pregunto si le vacilaba.

Probablemente me cogería una pulmonía y me moriría. Aquello me preocupó un poco. Lo único que me consolaba era que no dejarían a Phoebe venir a mi entierro porque era una cría.
 Esa fue la única cosa que me animó. Después me los imaginé metiendome en una tumba horrible con mi nombre escrito en la lápida  y todo. Me dejarían allí rodeado de muertos ¡Jo!
¡Buena te la hacen cuando te mueres! Espero que cuando me llegue el momento alguien tendrá sentido suficiente para tirarme a un rio o algo. Cualquier cosa menos que me dejen en un cementerio. Eso de que vengan todos los domingos a ponerte flores en el estomago y todas esas puñetas...
¿Quien quiere flores cuando ya esta muerto? Nadie.

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