domingo, 25 de septiembre de 2011

Midsummer Night's Dream.

Noche. Noche encantada, ligera, hechizada.
Noche de estrellas fugaces, de deseos absurdos y locos, casi asombrosos.
Era la noche de esa semana en que cada uno expresa sus deseos más intimos siguendo las estrellas fugaces. Él casi me había evitado.
De vez en cuando, intentaba captar su mirada, pero él parecía no verme. Es decir, me daba cuenta de que, a pesar de que miraba en mi dirección, cuando trataba de encontrarme con sus ojos, jamás me lo permitía, su mirada no se encontraba con la mí. Era como si me rehuyese.
E inesperadamente me atrae hacia sí.
En fin, se apodera de mi y me deja sin aliento i sin pensamientos.
La cabeza comienza a darme vueltas y entonces abro los ojos y veo las estrellas. Y por un instante veo pasar una luz por encima y me gustaría decir que ahí está mi estrella fugaz.
 Me gustaría pedir mil desos pero al final sólo tengo uno: él. Ha llegado el momento y no tengo necesidad de pedir nada. Mi deseo se ha cumplido.
Soy feliz. Feliz. ¡Soy feliz! Y me encantaría poder gritarselo a todo el mundo.
Pero en cambio permanezco en silencio, respiro profundamente y casi lo susurro.

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