lunes, 15 de septiembre de 2014

Oklahoma.

Estoy en el paraíso. Y prefiero morir ahora mismo que salirme.

Como una espesa nube blanca, la felicidad se encuentra tan sumida en mis arterias que no me deja notarla. Parte de mi, tan adentro...

La montaña huele a nacer, se ha acabado la tormenta y el aire sabe verde.
El balcón es azul y en el prado, entre las rocas, veo a mis amigos balanceándose al ritmo de Abbey Road.
'All good children go to heaven', pero nosotros tenemos la suerte vital de no ser buenos y vivir en nuestro Olimpo.

Siempre he dicho que si pudiera escoger un poder sería volar, pero ahora elegiría parar el tiempo.
Porque ya me siento flotando; y quiero registrar el sonido de la pluma rasgando el papel reciclado, el murmullo de las voces en segundo plano, y de fondo los suspiros de quienes descansan entre las sábanas viejas.

Las nubes difusas llevan tinte naranja y amarillo, contraste natural con el azul más cielo que he visto, que se convierte tímidamente en blanco a medida que se acerca al contorno de los árboles.

Tu voz grave pone banda sonora, me gusta tu voz, y dormir envuelta en tu olor en lugar de en mantas.

Acabamos de encontrar un pingüino entre las nubes, y esta noche gritaremos hasta que caiga el techo espacial uno de esos millones de bombillitas...









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