Y él me midió la métrica desde las pecas hasta las costillas.
Me llevó a sus (uni)versos.
Hizo de cada una de mis cuerdas vocales, su bimembración.
Y me llenó de metáforas la cabeza.
Mirarle a los ojos, era en mi, una catarsis.
Dibujó en mi espalda con los dedos, convirtiendo poquito a poco mi piel en papel.
Pero nunca se atrevió a borrar nada.
Acabé encadenada. Como si fuese un soneto.
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